En busca de una danza perdida

Hoy es el día del periodista en la Argentina, es el día libre de los 23 del Diez en Pretoria. Hoy el sol brilla, el viento frió no lacera la piel sino que acompaña el caminar; me levanto tomo un café leo la nota de Galeano en pagina 12, me sonrió cuando confiesa que pondrá un cartel en su casa de “Cerrado por fútbol” durante lo que dure el mundial y pienso que cuando mis hijos estén grandes me mandare a hacer uno para poner también; lo mas seguro es que Galeano ya no este vivo y entonces cuando alguien me pregunte del porque del cartel tendré una buena excusa para nombrarlo y recordarlo. Hoy estamos a tan solo 4 días del comienzo del mundial de Sudáfrica que según un diario de Francia (disculpen mi frágil memoria sobre las fuentes que leo y cito) le quita el sueño al 86% de los Argentinos ubicándonos 6tos a nivel mundial en lo que a fiebre futbolera se refiere y a 5 días del debut con (que no contra) Nigeria. Hoy que leo las declaraciones de Meter Odemwingie el crack que dice “Jugar para las Águilas es como luchar en el frente de una batalla. Eres como un soldado y tienes que estar decidido a representar a tu país” y me pregunto si los países Africanos no habrán tenido demasiada violencia en sus vidas como para trasladarla también al terreno de juego. Me digo que si lo tuviera en frente a Meter le diría que lo que nos gusta de África, de su fútbol, de ellos; no son los seres disciplinados en los que intentan convertirlos sus entrenadores Europeos; lo que nos gusta es su irreverencia, su estado latente de salvajismo. El África Misteriosa que obligo a Charlie Marlon a remontar el Congo, a Quatermain a buscar las Minas del rey Salomón. El África que se emparenta en su frescura y su desfachatez con Latinoamérica. El África que irrumpió en el mundo del balompié con celebraciones coloridas, bailes mágicos y jugadores como Roger Milla en el 90 que haciendo gala de un desparpajo inédito; lo mismo era capaz de ensayar jugadas maradonianas (los invito a rever los partidos de Camerún) como a perder pelotas y partidos de la manera mas ingenua. Y es que la clave de África radica en la definición que hace Galenao de Messi “es el mejor del mundo porque no perdió la alegría de jugar por el hecho simple de jugar…juega como un chiquilín en su barrio…” y esta definición aplica a África, a sus equipos, a su jugadores y a la posibilidad del salto Mundialista que puedan dar. Deben volver a abrevar en las fuentes, buscar su identidad, el secreto que parece haber olvidado. Si lo logran, si retoman su camino, si regresan al corazón de las tinieblas (su corazón) volveremos a ver ese juego de chiquilines descalzos, que ganan y pierden con cualquiera, que desparraman fútbol y gambetas pero con sabor Africano, con estela de continente mágico y sin dogma europeo. Si lo logran todos volveremos a bailar de alegría como en aquel festejo de Jay Jay Okocha.