Este es un blog donde la política, el fútbol, la literatura y el cine se ven desde otra óptica aunque suene a un cliché pero como bien decía Hitchcock en ocasiones es mejor partir de un cliché para llegar a algún lado que partir de algún lado y terminar en un cliché y eso es lo que trata de reflejar este blog, que desde un cliché, desde algo que todos creemos comprender o saber se puede llegar a algún lado interesante que nos permita reflexionar. Saludos, pasen y lean a su antojo.

martes, 29 de julio de 2008

Saber y Comprender


Ayer se fue; mañana no ha llegado;
hoy se está yendo sin parar un punto:
soy un fue, y un será, y un es cansado

Francisco de Quevedo (1580-1645)


¿Cuánto dura el pasado? 10, 20, ¿30 años? ¿Se pueden olvidar las conquistas? ¿Los logros? ¿La sangre derramada?

La principal herramienta para reconciliarse con el pasado es la memoria pero esta no debe ser una memoria selectiva, una memoria parcial, su obligación, su deber es ser una memoria completa. No una memoria que se concentre en personas sino en hechos, en acontecimientos, en causas.

Pensar que el pasado esta condenado a repetirse es un cliché, el pasado esta condenado a repetirse si no se lo enseña en su justa medida. Se repetirá si se lo parcializa, si se focaliza el eje del conflicto en sus acontecimientos más desgarradores. La muerte, la desaparición, la impunidad no son el pasado, son consecuencias y efectos (siniestros) de un pasado. Los hombres tendemos a clasificar, individualizar a buscar un porque de las situaciones, de los acontecimientos. Algo, bueno o malo que lo explique todo, pero en la búsqueda de la no repetición de la historia la categorización no es una herramienta de discernimiento sino una falsa premisa. No se puede categorizar ideas políticas ni sus consecuencias, no se puede individualizar efectos ni su alcance. Si bien es entendible que desde el dolor, desde la perdida inmediata, desde la acumulación de injusticia, desde la ignorancia paulatina por aquellos que deberían habernos representado y defendido uno o varios grupos terminen centrando su sufrimiento en los rostros más inmediatos de un pasado negro. Este ensimismamiento no conlleva a una solución sino a una falsa sensación de estar haciendo las cosas correctamente será como decía el poeta “maldita sed, maldita agua. Maldito veneno que envenena pero no mata”[1]

El verdadero cambio, aquel que se producirá lenta y paulatinamente, el que llevara a la reconciliación, el entendimiento y la comprensión de una sociedad desinformada, engañada o indiferente nos demandara un acto de deber profundo que, como bien decía el poeta, nos exigirá un compromiso tal que parecerá dotado para terceros de un “misterioso fervor[2] Este acto pasa por la reforma de aquellos valores que desencadenaron en un trance donde el único medio ordenador razonable parecía la violencia. La verdadera lucha pasa por restablecer ideales que quedaron demodé, mentes que quedaron obsoletas y por sobre todo erradicar la sensación de desidia, impunidad y desesperanza que se transformo día a día, año a año en algo cotidiano, común y parte de nuestras vidas. La reforma inmediata debe focalizar lo académico y lo institucional. No puede la democracia tener el lastre de temas tabú, nombres que no se pronuncian, debates que se esquivan. No puede la democracia subsistir sobre juicios irresolutos, sobre castigos o reconocimientos demorados. El principal motor para contrarrestar la desesperanza debe ser la ilusión del cambio. El futuro inmediato al alcance de la mano de aquellos que jamás pensaron en tener uno. Estas herramientas, esta esperaza debe ser suministrada por el estado pero su rol debe ser el de facilitador y supervisor. Su rol debe limitarse a capacitar y crear los espacios necesarios para el desarrollo de la ciudadanía. Es en esta lucha, pues es una lucha seca y llana, no una lucha con connotaciones ideológicas sino una lucha que así como el dar a luz terminara después de pujar y pujar en un nuevo halo de vida, en un nuevo horizonte. Es esta lucha la que nos llevara poco a poco a cerrar las heridas pero teniendo en cuenta que siempre habrá una cicatriz que nos recordara como llegamos hasta aquí. Crecer y aprender. Recordar para no repetir. Buscar el los mas viejos el relato de la experiencia personal, buscar en los libros los acontecimientos fríos. Cimentar esta búsqueda con los jóvenes. Ellos son el catalizador de los cambios, el devenir del futuro. Un presente continuo que es proclive a confundirse porque busca una verdad segmentada y transformada por la realidad y los acontecimientos actuales y no una compresión de la verdad pasada. Ya lo decía Don Francisco: “Buscas en Roma a Roma, ¡oh, peregrino!,y en Roma misma a Roma no la hallas”[3]

[1]Manuel Machado

[2]J. L. Borges

[3]Francisco Quevedo