Momento 1:
Con la delicadeza con la que dos novios se reencuentra en un dulce abrazo la pelota entro suavemente al ángulo y desencadeno el silencio de una parcialidad y la locura de otra. Entre los miles que gritaban ese reencuentro (que es el gol si no un reencuentro eternamente postergado entre balón y red) se encontraba justo él. Los simpatizantes locales miraban anonadados como esa vieja gloria del club, aquel que dejo contratos millonarios para retirarse como jugador en la institución que lo vio nacer, aquel que cada vez que triunfo en el exterior o a nivel selección siempre tuvo una palabra, un gesto para recordar a su barrio, a sus colores; justo el gritaba el gol, desaforado, desencajado con los brazos en alto y una sonrisa de oreja a oreja. La gente (su gente) se dividía entre los que querían ir a insultarlo y entre los que justificaban su actitud diciendo que el grito no era contra el club sino contra los dirigentes que meses atrás lo habían echado como a un pordiosero, por la puerta de atrás.
Momento 2:
El frentazo con el parietal derecho vence al arquero que poco y nada puede hacer cuando la pelota decide encajarse en la base del poste derecho como un pichón que busca cobijo bajo el ala de su madre. Corre el minuto 45 del segundo tiempo y ese gol le da la victoria a su equipo y lo ubica en lo mas alto de la tabla, cualquier otro jugador saldría corriendo y no pararía de festejar por mas amarilla que el arbitro de turno le mostrara, cualquiera menos el. Lejos de correr para evitar los abrazos de sus compañeros o por el contrario fundirse en ellos; el se da vuelta hacia la popular visitante donde cientos de muecas entre tristes y anonadadas aun tratan de digerir el gol y junta las palmas de sus manos pidiendo perdón mientras se toca el pecho a la altura del corazón y los señala. Ese grito de gol permanecerá trunco en su garganta pues se lo ha marcado al club que lo formo, lo vio crecer y del cual es socio e hincha.
De estos dos momentos acontece que el primero cada vez se da con menor frecuencia y el segundo por el contrario es mas y mas común. Si esta bien o esta mal no le corresponde a este escritor determinarlo. Solo hay algo sobre lo que es necesario llamar la atención y es la ausencia del grito de gol.
El gol define al juego por si mismo Ya que el fútbol, todo él con sus reglas, con sus diferentes modalidades de pase o de gambeta, con sus cambios, con sus camisetas con colores, con sus inferiores, esta construido en torno a la figura del gol sin el no hay fútbol. Los espectadores ven los partidos esperando ver goles a favor y ninguno en contra, los hinchas van a la cancha con la ilusión de gritar tantos goles como les sea posible y que decir de los jugadores quienes en 90 minutos solo construyen movimientos en busca de un gol en algunos casos casi con un fervor que ronda casi el fanatismo. ¿Quiénes son los ídolos del fútbol? Aquellos que generan goles, los convierten o los evitan (el caso de los arqueros). Son los goles el alimento del alma del fútbol y que es un gol sino un grito de gol. ¿Puede sobrevivir el gol sin que se lo grite? ¿Existe una novela sin nadie que la lea? ¿Y una película sin nadie que la vea? El gol y el grito se llevan de la mano como la noche y el día. Son amantes, hermanos, mejores amigos. El gol y su grito son la consecuencia lógica de un acto de amor. Uno no puede sobrevivir sin el otro y viceversa.
Por ello, porque sé de esta unión intima, de esta comunión es que llamo a la reflexión sobre esta tendencia (relativamente nueva) de no gritar los goles. Esta moda disfrazada de viejo código del fútbol no hace sino sofocar el espíritu natural del juego, el fútbol es tanto gol como grito de gol y hay que entender que aquel que lo logra no descarga en su alarido su propia pasión sino la de un conjunto de ilusiones. Los goles son para gritarlos y eso es tan cierto como que el cielo es celeste, los árboles verdes y las mujeres tienen secretos. No querer entender esto es no entender el fútbol en si e ignorarlo es una tendencia nociva que a la larga puede generar situaciones autodestructivas. Hoy no gritamos el gol y mañana... ¿no festejamos los títulos?
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