Pequeños grandes momentos, de ellos esta plagado el fútbol. Interminables circuitos de pases, desmarques, frenadas y piques cortos tienen como objeto construir un pequeño momento: una oportunidad de gol. Este colosal y monumental esfuerzo colectivo, que está plagado en su construcción de desempeños individuales (algunos brillantes y otros no tantos) no busca el gol como finalidad: el gol será la decantación natural de una oportunidad de gol bien ejecutada. Más allá del arquero quien quizás sea el único capaz de confrontar tamaño esfuerzo colectivo con una acción individual y aun así, si la acción fué bien ejecutada, con la justeza que la misma requiere esta tan solo puede devenir en gol. ¿Y si pega en el palo? ¿Y si rebota en un compañero? ¿ Y si se frena antes de traspasar la línea? Si cualquiera de estas variables, o algunas otras, se suceden en la acción entonces la misma no ha sido bien ejecutada, o no lo ha sido en su perfección , en su todo.
Ahora la plenitud del esfuerzo que demanda la gestación de una oportunidad de gol en su variable última está sometida al ejecutor del toque final. Es por ello que la acción del jugador que concreta la jugada suele ser la más recordada (para bien o mal) sin ser (en ocasiones) en la cadena de construcción la más vistosa y ello explicaría también por qué el esfuerzo del portero (único jugador en el terreno que depende plenamente de su individualidad) por parar todo este engranaje de voluntades colectivas, suele ser el depositario de todas las alabanzas y desahogos de sus simpatizantes. Ambos (definidor y arquero) tan solo son el último exponente visible de una ansiedad acumulada en un lapso de tiempo determinado (la gestación de una jugada de gol puede variar de 1 segundo a 90 minutos aproximadamente) y por se transforman en espejo sobre el cual reflejan sus frustraciones o festejos los hinchas según sea el resultado de la oportunidad de gol.
Una apostilla al respecto: las variables aumentan según los riesgos que asuman los jugadores en la diagramación de las mismas. A mayor intervención mayor probabilidad de equivocarse.
Una paradoja: El gol suele tapar todos los errores y defectos acumulados en el partido o en una seguidilla de partidos y en su defecto la falta del mismo por un tiempo mas o menos prolongado puede dar por el suelo con las conquistas de los últimos 5 años (para mas información ver Real Madrid)
Ahora la plenitud del esfuerzo que demanda la gestación de una oportunidad de gol en su variable última está sometida al ejecutor del toque final. Es por ello que la acción del jugador que concreta la jugada suele ser la más recordada (para bien o mal) sin ser (en ocasiones) en la cadena de construcción la más vistosa y ello explicaría también por qué el esfuerzo del portero (único jugador en el terreno que depende plenamente de su individualidad) por parar todo este engranaje de voluntades colectivas, suele ser el depositario de todas las alabanzas y desahogos de sus simpatizantes. Ambos (definidor y arquero) tan solo son el último exponente visible de una ansiedad acumulada en un lapso de tiempo determinado (la gestación de una jugada de gol puede variar de 1 segundo a 90 minutos aproximadamente) y por se transforman en espejo sobre el cual reflejan sus frustraciones o festejos los hinchas según sea el resultado de la oportunidad de gol.
Una apostilla al respecto: las variables aumentan según los riesgos que asuman los jugadores en la diagramación de las mismas. A mayor intervención mayor probabilidad de equivocarse.
Una paradoja: El gol suele tapar todos los errores y defectos acumulados en el partido o en una seguidilla de partidos y en su defecto la falta del mismo por un tiempo mas o menos prolongado puede dar por el suelo con las conquistas de los últimos 5 años (para mas información ver Real Madrid)
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