Aclaro que escribo
estas líneas desde la piel del hincha, aunque con ánimo de repensar lo más
objetivamente posible el momento que está pasando el querido picha hoy. Con un
equipo que debería ser, por nombres, del montón para arriba, con jugadores que
han peleado y ganado campeonatos –no sólo en Estudiantes, algunos, el presente
lo ubica en el cómodo y último lugar de la tabla.
¿Las razones? Sin
duda, como todo proceso histórico, con picos y baches, se está entre los
últimos, y de los profundos, los de alguna calle olvidada de Buenos Aires. Se
juntan, a mi entender, varias cuestiones. La primera, la etapa postVeron. Esto
es, cual Brasil tras Pelé, Argentina tras Diego, y otros, el equipo sintió el
cimbronazo de no tener aquél al que miraban y escuchaban cuando las papas
quemaban. Acá está el valor de un líder. No sólo lo que juega. Sino lo que
transmite. Vi más de una vez a La Bruja pegarse un pique en el minuto 90 para
evitar un contraataque feroz. Vi luego por TV lo que en la cancha no pude ver,
pidiendo tranquilidad en el 0-1 en Belo Horizonte. Y tantas otras. Los líderes
potencian a su equipo. Perderlos no es sólo lo que valen por ellos, sino
–muchas veces principalmente-, lo que impregnan en el resto. La segunda, la
sensación de fatalidad. En el equipo hay sensación de inseguridad –te la robo,
Aníbal-. Si algo malo puede pasar, pasará. Argentinos, Belgrano, San Lorenzo,
Colón, Racing, Arsenal, Quilmes. 7 partidos de 15 donde el resultado cambió
–para mal- en los últimos 5 minutos de juego. Si agregamos que con Tigre y
Newells fue ganando y lo dieron vuelta, vemos un claro coqueteo con la derrota
inexorable. La sensación es: Si se puede ganar o empatar, se empata. Si se
puede empatar o perder, se pierde. Y ese fantasma sobrevuela la cancha.
Relacionado con lo primero, falta que los líderes den tranquilidad. Pero, hoy
se los ve más preocupados por su bajo nivel y sus maldiciones –mala suerte,
entre otras-. Falta la convicción de que se puede revertir. Y mejorar
futbolísticamente. Por último, apostar a los rebeldes. Cuando Román Martinez,
la Gata, por nombrar a los más típicos, intentan algo distinto –un pase arriesgado,
una gambeta- el rumor invade la cancha. Los partidos no se ganan con cien
centros. O quizás se gane uno, pero se pierdan muchos. Si no aguantamos a los
que proponen, va a estar difícil.
¿Cómo se sale? Si
bien hay que ir pensando en el equipo que viene, se sale apostando a ganador,
atacando, confiando nuevamente, y esperando que un triunfo sea el punto de
partida de la mejora de confianza, que genere un círculo virtuoso en el juego.
Gracias Marcos por
permitirme la descarga.
Nota escrita por Martín Cormick
1 comentario:
Gracias Marcos por abrir el juego!
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